La cumbre de Lisboa no alcanza acuerdos vinculantes
El destino de la Humanidad está indisolublemente ligado a la salud de nuestro planeta y, muy especialmente, a sus océanos que ocupan más de dos tercios de la superficie terrestre (el 71%). No sólo aportan alimentos a miles de millones de personas, si no que su función es vital para frenar la emergencia climática.
Los océanos aportan la mitad del oxígeno que respiramos, capturan CO2, regulan el clima y son el hogar de innumerables especies de plantas y animales. Sin embargo, el calentamiento global y la actividad humana (la contaminación marina por plásticos, la sobreexplotación pesquera, el exceso constructivo en el litoral, etc.) están influyendo en la destrucción de su biodiversidad y modificando los ciclos de las lluvias y los vientos. Hace años que observamos cómo las catástrofes naturales (inundaciones, incendios, sequías…) son cada vez más frecuentes y destructivas.
Se hace urgente la creación de santuarios oceánicos que velen por la preservación de estos hábitats y sus especies, que permitan la recuperación de estos ecosistemas. Sin embargo, la mayor parte de ellos carece de protección. Y la cumbre de Lisboa sobre los océanos acabó sin ningún tipo de conclusiones vinculantes para los gobiernos de los más de 150 países que participaron en ella, que solamente adquirieron compromisos voluntarios.